Los Hijos
Los hijos son la bendición más grande que Dios
concede a una mujer. Desde el momento de su gestación hasta su nacimiento la
alegría de sentir esa vida en nuestro interior es algo sublime. Luego, cuando van creciendo, cada etapa se
convierte en una responsabilidad y compromiso de amor. Porque en cada una de
ellas hay que guiarlos con amor, pero también con disciplina y más aún con el
ejemplo. No podemos enseñar a nuestros hijos el camino del amor y la
solidaridad sin haber caminado nosotros por él. Constantemente ellos nos miran
como un espejo en el que quieren encontrar su camino. Los hijos crecen, se
convierten en profesionales, forman sus propios hogares y a su vez algunos
tienen sus propios hijos, siguen su propio camino, es ley de vida. Ahora, en mi
opinión, lo que debemos aceptar y reconocer como madres es: nuestra
responsabilidad jamás termina, nuestro amor jamás se acaba, siempre estaremos
presente en sus vidas no importa la edad o circunstancia. Los hijos no son
nuestros enfermeros, ni nuestros criados y mucho menos nuestros patrones, por
lo tanto, no debemos echar cargas sobre ellos ni criticarlos cuando no puedan
cuidarnos en la vejez. Ellos también necesitan cuidados y tienen sus
responsabilidades. Debemos amarlos, aceptarlos tal como son y ser siempre su
refugio cuando surja la tormenta en sus vidas. ¡Son nuestro especial y gran
tesoro! ¡Gracias a Dios por los hijos! ¡Gracias a Dios por mis hijos! ¡Los amo!
¡Dios me los bendice! Amén (Escrito por: Rita E. Rivera Aponte)
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