No estamos solos
En medio de
fuerzas y acontecimientos demasiado grandes para que nosotros solos forcejemos
con ellos, se nos presenta un mensaje intimidante de aislamiento.
Empequeñecidos frente al tamaño del universo, la incertidumbre del futuro, las
necesidades de comida y amistad, somos como ese estudiante de primer año de
bachillerato que acaba de cambiarse de ciudad y está de pie frente de su nueva
escuela el primer día de clases, sin conocer a nadie.
Nos espera
cualquier cosa. Ahí es cuando queremos saber con certeza que no estamos
solos. El adorar es una forma de
agradecer al Señor por estar con nosotros más cerca de lo que cualquier otro
amigo podría estarlo alguna vez.
“Y así
andaré alrededor de tu altar, oh Señor, Para exclamar con voz de acción de gracias,
y para contar todas tus maravillas. (Salmo 26:6,7) (Renuevo de Plenitud)
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