
Al pasar de los años, la gran mayoría de los seres
humanos, tendremos cicatrices. Unas físicas a causa de alguna enfermedad o
padecimiento. Otras emocionales y del corazón a causa de algún desengaño o sufrimiento
que nos quita la paz mental. Las primeras, o sea, las físicas
permanecerán en nuestro cuerpo como un recuerdo de un evento positivo o negativo.
Por ejemplo, las cicatrices que pueden dejar una operación o nacimiento de un
hijo son positivas. Cada vez que las vemos o tocamos nos recuerdan ese momento.
Por otro lado, si fue causada por un accidente o hecho violento, cada vez que las
miremos nos vendrá a la memoria como algo negativo. Ahora, las segundas
cicatrices, las emocionales o del corazón, esas son más difíciles.
¿Por qué? Porque las sentimos en lo más profundo de nuestro ser y no podemos verlas
a simple vista. No podemos vendarlas ni añadirle algún ungüento, las guardamos
para que nadie las pueda ver y nos hacen daño.
Entonces, ¿qué hacemos? Debemos entregarlas a Dios de corazón y Él se
encargará de aliviarlas y en muchas ocasiones curarlas de raíz. ¡Ánimo! ¡Confía!
¡Él aliviará nuestras cargas! (Escrito por Rita E. Rivera Aponte)
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