Tenemos un Padre...

Tenemos un Padre que rebosa de compasión, un Padre tan sensible que sufre cuando sus hijos sufren. Servimos a un Dios que dice que incluso cuando estemos presionados y sintamos que nada nos sale bien, él nos espera para abrazarnos, hayamos triunfado o no. Él no llega a nosotros peleando ni forzando su entrada en nuestro corazón. Llega a nuestro corazón como un manso cordero, no como león rugiente. (Caminata con El Salvador)


Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador. Y grande en misericordia para con todos los que te invocan. (Salmo 86:5)

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