La Muerte
El otro día conversaba con una
persona sobre un tema que a un gran número de personas no les gusta tocar: la
muerte. Le pregunté a esa persona: ¿Si supieras exactamente la fecha de
su muerte, qué harías? No lo pensó mucho y aunque nos reímos un rato por su
contestación, luego en la noche, cuando estaba en mi hogar, reflexioné sobre
ello y decidí escribir sobre el tema. La contestación fue: “Me iría a todos los
bancos de mi país y haría un montón de préstamos, con ese dinero me iría de
compras por todo el mundo, comería de todo, viajaría por todo el mundo y
pensaría en mi bienestar, claro también me compraría el mejor carro y mucha
ropa, en fin disfrutaría cada segundo hasta la fecha de mi muerte.” ¡Dios mío!
Esa fue una respuesta irresponsable. En todo momento fue notable su tendencia
en satisfacer las necesidades y anhelos personales. Jamás mencionó la parte
espiritual, hacer el bien a otros, su familia, darse a los demás, acercarse más
a Dios, hacer algo por alguien que tuviera una necesidad física o espiritual. En
mi opinión, fue una respuesta completamente egoísta. Por eso decidí hablar
nuevamente con esa persona, aunque se río de mi reacción, por lo menos
reflexionó sobre lo que había dicho y aceptó que si eso fuera una realidad
haría provisión para los suyos y sí se acercaría más a Dios. Para los cristianos la muerte es el comienzo,
es el encuentro con nuestro Dios y con todos los seres amados que se nos
adelantaron en el camino. Por lo tanto, no importa el día, la hora, el lugar,
el cómo, lo importante es que vivamos cada día como si fuera el último:
haciendo el bien, expresando nuestros sentimientos a quienes amamos, con
responsabilidad pero sobre todo amando y sirviendo a nuestro Dios a través de
cada acción diaria en nuestras vidas. (Rita E. Rivera Aponte) “Aunque mi cuerpo y mi corazón se debiliten,
Dios es la fortaleza y todo lo que necesito para siempre.” (Salmo 73:26)
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