Una lección de vida
Recientemente, visité un médico especialista y
mientras esperaba largas horas mi turno para ser atendida, viví una experiencia
muy positiva. Llamaré a esta
experiencia: una lección de vida. La sala de espera estaba repleta de personas de
mayor edad que hablaban de sus enfermedades ante todos. Unos más que otros
expresaban sus dolencias, pero una señora de 87 años de edad, con rostro
apacible, hablar pausado y muy vivaracha nos dio a todos los presentes una
lección de vida. En todo momento hablaba de una forma tan positiva de la vida,
de que las personas tienen que vivir el presente porque el pasado ya no puede
cambiarse y el futuro es de Dios. Que hay que alimentarse y hacer ejercicio,
aunque sea caminar 20 minutos diarios. Compartir con los demás, aceptar las
etapas de la vida y no quejarse tanto de las situaciones ni de las
enfermedades. Jamás se quejó de sus enfermedades. Nos hizo reír con sus
ocurrencias y experiencias porque nos expresó que vivía en una égida para
personas mayores pero independientes. A sus 87 años ella hacia todas las tareas
de su hogar, ayudaba a otros en la égida y llegó al médico en taxi. Dios es mi
compañía, no estoy sola, fue su expresión en varias ocasiones. Para sorpresa de
todos, comenzó a leer el periódico sin espejuelos y a leer un informe médico en
un inglés perfecto. Tuve la dicha de estar sentada a su lado y me dijo que
vivió 30 años en los Estados Unidos, estuvo casada, tuvo dos hijos y uno de
ellos murió. Qué siempre soñó con volver a su patria y que para Puerto Rico hay
esperanza porque las cosas van a ir mucho mejor. Hoy, pienso en doña
Guillermina y en el regalo que nos hizo a todos en esos momentos. En las horas
que compartimos con ella nos regaló entusiasmo, optimismo, esperanza, fe, nos
brindó una lección de vida que jamás olvidaré. Puerto Rico y el mundo necesitan
más Guillerminas que con su vida y actitud positiva cada día contagien a los
demás. ¡Gracias Guillermina! ¡Gracias Dios por esta experiencia!
Dios ha dicho: “Nunca te dejaré, jamás te
abandonaré.” (Hebreos 13:5)
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