Conversar y Escuchar

En estos tiempos es muy difícil encontrar personas que cultiven el arte de conversar y escuchar. Una gran mayoría vive tan aprisa y están tan tecnológicos que en todo momento del día se la pasan comunicándose con los demás por medio de sus celulares o redes sociales. Que quede claro, no es que esté en contra de estos métodos de comunicación, yo misma los utilizo cuando lo considero necesario y las personas no están cerca; pero si tienes la oportunidad de tener a esa persona cerca de ti nada supera una conversación mirándola a los ojos y escuchando lo que nos quiere decir. Sé que en muchas ocasiones el uso del celular ha contribuido a salvar vidas; a lo que me refiero es a la excesiva dependencia de los mismos y a la falta de consideración hacia los demás. Resulta tan incomodo que cuando estás conversando con una persona ésta desvíe su atención hacia el celular y más aun al envío de mensajes de texto en medio de la conversación. Más aun cuando la persona se supone que deba dar el ejemplo porque es el líder. Tristemente este fenomemo se está dando en nuestras iglesias también. Me molesta el escuchar las distintas melodías y sonidos de celulares en pleno servicio religioso, eso es inaceptable. ¿Acaso no pueden ponerlos a vibrar o apagar por unas horas? Sé que la vida moderna exige muchos compromisos y en muchas ocasiones hay que ser como "el hombre orquesta", o sea, muchas funciones a la vez, pero el tomarte unos minutos para escuchar y conversar con los demás es algo esencial en las buenas relaciones humanas, es saludable y demuestra respeto e interés por la otra persona. Al escribir sobre este tema viene a mi mente mi amado esposo, quien partió con el Señor hacer un año y ocho meses. Es una de las cosas que más extraño: las largas charlas que sosteníamos en "nuestra mesita de negociaciones", en nuestras caminatas nocturnas en nuestro patio y a la hora de acostarnos. En estas conversaciones arreglábamos el mundo, planificábamos, soñábamos, tomábamos decisiones, discutíamos los temas del día; pero sobre todo cada uno estaba pendiente de lo que le sucedía al otro y le importaba. ¡Cómo extraño esos momentos! ¡Cómo extraño esos oídos que sabían escuchar! ¡Cómo extraño esa conversación de amigos! Hoy, 5 de julio, cumpliríamos 43 años de casados. No importa el tiempo que pase siempre extrañaré tu talento para conversar y escuchar. Gracias Dios por su vida y testimonio. (Escrito por: Rita E. Rivera Aponte)




La paz de Dios es mucho más grande que lo que nuestras mentes humanas pueden entender. Esta paz guardará sus corazones y mentes en Cristo Jesús. Filipenses 4:7


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