Hay que inclinarse...

Una pequeña catedral en las afueras de Belén marca el supuesto lugar del nacimiento de Jesús. Detrás de un elevado altar en la iglesia hay una cueva, una pequeña caverna iluminada por lámparas de plata. Se puede entrar al edificio principal y admirar la antigua iglesia. Se puede penetrar también en la tranquila cueva donde una estrella empotrada en el piso señala el nacimiento del Rey. Hay, sin embargo, un requisito. Hay que inclinarse. La puerta está tan baja que no deja entrar erguido. Puedes ver el mundo estando de pie, pero para ser testigo del Salvador, tienes que ponerte de rodillas. (Aplauso del Cielo)


Honrad a Jehová con todos tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto. (Proverbios 3:9-10)

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