Aquellos que aman...

Aquellos que aman a Dios con todo su corazón encuentran que sus caminos son caminos agradables, y que todas sus sendas son de paz. Tales gozos, deleites abundantes y rebosante felicidad descubren los santos en su Señor, que lejos de servirle por costumbre, lo seguirían aunque todo el mundo rechazara su nombre. No le tememos a Dios por ninguna obligación, nuestra fe no la consideramos cadenas, nuestra profesión no es esclavitud, no se nos arrastra a la santidad, ni se nos impulsa al deber. No, nuestra piedad es nuestro placer, nuestra esperanza es nuestra felicidad, nuestro deber, nuestro deleite. El deleite y la verdadera religión están aliados como la raíz y la flor, indivibles como la verdad y la certeza, son, de hecho, dos gemas preciosas que brillan lado a lado en un engarce de oro. (De mañana oiré su voz)


"Deléitate en el Señor." (Salmo 37:4)


*engarce: unión de cosas en forma de cadena

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